viernes, 11 de mayo de 2012

EN TODAS PARTES LA BUROCRACIA SINDICAL ES LA MISMA

jueves, 10 de mayo de 2012

La burocracia sindical va encontrando su enterrador

Daniel Cadabón (especial para ARGENPRESS.info)

Uno de los grandes problemas políticos que hace que el kirchnerismo entre a jugar todas sus cartas en la futura división de la CGT -como antes en la CTA- es la necesidad de aplicar un ajuste en regla -“sintonía fina”- tanto en las condiciones laborales como en las salariales y para eso necesita una burocracia profundamente domesticada y adepta a las posturas oficiales. Sin embargo, esta crisis impulsada por arriba no toma cuerpo entre las bases de trabajadores que siguen frenando activamente el cierre de paritarias a porcentajes irrisorios de un 18% en medio de una inflación del 25 al 30% real y donde la canasta de alimentos se ha vuelto inasible para la mayoría de los hogares obreros.

La lucha de camarillas y fracciones en la CGT puede terminar a los tiros, de manera diplomática o con una división profunda. Lo que si no ha logado, hasta ahora, es interesar a los trabajadores de base que ven esta disputa como lo que realmente es: una cuestión de reñidero entre carcamanes de museo, ajena a sus intereses y como una distracción que no acelera el salario de acuerdo a como se acelera el costo de vida. Vieja metáfora entre la escalera y el ascensor.

En medio de esta coyuntura los trabajadores más jóvenes están experimentado un análisis cotidiano de lo que representa la burocracia sindical, en la perspectiva de recuperar sus organizaciones sindicales.

El levantamiento de la huelga ferroviaria por los pedracistas residuales, que aceptaron una conciliación obligatoria “preventiva”, última novedad del kirchnerista ministro Tomada que decreta conciliaciones a huelgas antes de que estas sean efectivas.

La ofensiva presidencial, que no esperó reforma constitucional alguna para aplicarle la prohibición del derecho de huelga a los petroleros y en contra sus piquetes.

La crisis que despierta el aliado Caló de la Unión obrera metalúrgica al amenazar con un paro al gobierno que lo cobija y lo alienta a sentarse en la secretaria general de la confederación.

Las declaraciones del lucifuercista Oscar Lescano dando seguridad a los empresarios y a accionistas de que el gobierno no nacionalizará EDENOR sino que volverá a usar dineros públicos para sanearla. Igual que con YPF.

La parálisis de Moyano, que duda entre esconder el rabo o hacer un frente con los gordos que lo desplace de su sillón del secretariado general de la CGT y dejarse de joder con los impuestos al salario y con la inflación del supermercado. O, tercero, una verdadera agudeza dialéctica escuchada a Néstor Pitrola, “Moyano pasó de candidatearse a presidente obrero, como Lula, a hacer un frente con presidiarios (Venegas, Zanola y la residual pedracista)

La juventud obrera va realizando una gran experiencia que la acerca a las mejores tradiciones históricas del clasismo argentino.

La burocracia sindical, es un aparato de opresión enquistado las organizaciones obreras que han fomentado históricamente las patronales y sus gobiernos para intervenir en forma directa en los lugares de trabajo y con el objetivo de impedir que la clase obrera, y los trabajadores en general, asuman posiciones independientes tanto en la defensa de sus reivindicaciones como en la conquistas de nuevos derechos.

En este sentido, la burocracia que usurpa los sindicatos, es uno de los resortes más importantes en la defensa de la rentabilidad capitalista y un dique de contención para el despertar clasista entre los trabajadores.

Colaboracionistas permanentes con el régimen de explotación, estos burócratas han aceitado con los años una táctica de hostigamiento permanente en contra de sus propias bases que se define fundamentalmente como una visión policial del conflicto de clases. En esta táctica, se amalgaman la represión contra el activismo antiburocrático, sea en forma directa por medio de sus patotas y utilizando sus pistoleros a sueldo -como en el reciente caso del asesinato de Mariano Ferreyra- o mediante la buchoneada desembozada a la patronal para que los obreros combativos sean despedidos.

Los lugares de trabajo, son una parte de este campo de batalla entre los burócratas sindicales y las aspiraciones democráticas de la clase obrera. La burocracia, infiltra fábricas, talleres, ministerios o escuelas con el objeto de disciplinar y contener, transformándose en uno de los medios más eficaces en la defensa de las políticas del estado y de las patronales entre los trabajadores. El concepto de infiltración de la burocracia en los lugares de trabajo y en las organizaciones obreras, usado más arriba, no debe ser entendido como una simple chicana política, sino objetivamente, dado que la burocracia sindical infiltra e infecta a las organizaciones sindicales y los lugares de trabajo expropiando la soberanía de los trabajadores a favor de las patronales.

La defensa del régimen de explotación ha llevado a que la burocracia en los sindicatos sea un factor de poder que ha ido desarrollado y profundizado intereses particulares, que terminan por separarla definitivamente de las bases. Sea como empresarios, secretarios de estado, agentes de bolsa, ministros sin cartera, funcionarios en las gerencias de las empresas a las que teóricamente enfrentan en amparo de los trabajadores, desfalcadores de las Obras sociales, especuladores con fondos ajenos, el andamiaje sobre el cual operan los burócratas se desintegra aceleradamente al calor de la crisis y de los avatares por la que atraviesan sus patrones y socios políticos.

Un grupo de viejos carcamanes en proceso de reacomodamiento permanente frente a los diversos gobiernos ajustadores, aparecen frente a las nuevas generaciones obreras, que no alcanzan a entender ni su lenguaje ni sus ornamentos de Rolex en oro sólido, como sujetos incomprensibles y alejados de la realidad que rodea las relaciones productivas. Entre el movimiento obrero comienzan a engendrar mecanismos democráticos de organización y un pasaje a la acción inmediata, para lo cual se impone la necesidad de buscar nuevos representantes que respondan a sus intereses.

La creación de nuevos cuerpos de delegados combativos en algunos gremios históricamente regimentados por el aparato burocrático y el triunfo y la consolidación de listas de trabajadores clasistas en otros, es todo un dato de esta realidad de crisis que indica, además, un rompimiento con la ideología basal del viejo sindicalismo peronista: la denuncia macartista a la “zurda loca” que hoy por hoy, llevada adelante por el núcleo duro de burócratas de tercera o cuarta línea que pululan por los lugares de trabajo, ya no es efectiva en medio de las luchas y recibe un desprecio que se hace cada vez más evidente. Tanto el 40% de los votos en gráficos de la lista Naranja-Bordó. Como la preocupación manifiesta de Daer y compañía frente las elecciones en la alimentación el próximo 10 de mayo son una expresión de este proceso de conquistas de posiciones en la recuperación de los sindicatos.

El gobierno intenta un ajuste feroz en contra de los trabajadores, en esto entran los impuestazos, la carestía de los alimentos, el próximo tarifazo en los combustibles y pretende que la reacción obrera quede contenida por los gerentes tradicionales que controlan el aparato sindical.

Por supuesto que el propósito del gobierno cuenta a su favor con esa postura de colaboracionista que es tradicional en la burocracia sindical y con la que mejor se lleva; sin embargo, los burócratas se acercan con algunos resquemores por los informes que reciben desde las fábricas y talleres y que hablan del desarrollo del conflicto por fuera de la regimentación tradicional. Los burócratas dudan entre la amenaza del quite personería y los expedientes judiciales que blande el cristinismo, por un lado, y la reacción de las bases obreras por el otro. Cualquiera de las dos alternativas les puede hacer peligrar el negocio, lo cual los coloca en crisis y en debate con las posturas de ponerle un cepo a las paritarias, exigidas por el kirchnerismo.

Nuevamente, el gobierno, en función de su propia supervivencia, anula estos resquemores de los sindicalistas agitando expedientes judiciales que colocan a los dirigentes en una posición incómoda. Hasta la propia presidenta sugirió que alguien le dijo que hay algunos vivillos de los sindicatos que especulan con la compra-fuga de dólares; esta es una de las virtudes que debemos reconocerle al kirchnerismo: los códigos mafiosos salen por la tv pública y sin demasiados eufemismos.

Claro que esto se hace a la sombra del patriotismo pequeño burgués que debate sobre un spot publicitario y que inunda las pantallas de tv. Poco, muy poco, para la catástrofe que recorre al capitalismo y al fantasma que se le yergue en frente.



jueves, 10 de mayo de 2012

HISTORIA | Conferencia médica

¿Qué mató a Lenin?

 Lenin, dando un discurso en la Plaza Roja de Moscú en 1919. |

  • Un médico y un historiador examinan las posibles causas de la muerte de Lenin
  • La hipótesis de la sífilis pierde fuerza frente a la aterosclerosis
  • Sin embargo, no descartan la acción de agentes 'externos' como el veneno
Cristina de Martos | Madrid
Actualizado martes 08/05/2012 14:08 horas

¿Y si Lenin hubiera vivido 10, 20 años más? ¿Cómo sería la vida ahora? Probablemente, la historia de Europa, y la de todo el mundo, habría sido completamente diferente si Vladimir Ilich Lenin no hubiera muerto a los 53 años a causa de un ictus masivo. Pero las circunstancias de su fallecimiento tienen algunas sombras -en las que se podría esconder, incluso, la mano de Stalin-, que se han analizado en la Conferencia de Clinicopatología Histórica que organiza cada año la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland (EEUU).
El 21 de enero de 1924 fallecía Vladimir Ilich Lenin. La causa oficial: ictus masivo. La autopsia reveló que el estado de sus arterias cerebrales era pésimo (sufría aterosclerosis) y la historia clínica del ilustre paciente coincide con este fatal evento, ya que en los años previos a su muerte, Lenin sufrió varios infartos cerebrales cuyas secuelas arrastró durante ese tiempo.
En 1922 sufrió dos ictus: el primero le dejó sin habla durante semanas; el segundo, le paralizó la mitad derecha del cuerpo. Las fotos del mandatario comunista en silla de ruedas, incapaz de caminar y con un aspecto enfermizo, son la muestra de un deterioro progresivo que se agravó cuando en 1923 sufrió un tercer accidente cerebrovascular.

Fue aterosclerosis, no sífilis

                                                     Última foto de Lenin con vida.

No hay duda, pues, de cuál fue la causa de la muerte. "Lo que le ocurrió a Lenin no es ningún misterio". Sin embargo, "¿qué provocó esos ictus en un hombre relativamente joven y, salvo por eso, sano?", se pregunta Harry Vinters, catedrático de Neurología y Neuropatología en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Él y el historiador ruso Lev Lurie ilustraron a los asistentes a la conferencia con sus hallazgos e hipótesis sobre la muerte de Lenin. 

Lenin no tenía ningún factor de riesgo que justificara a aparición tan temprana de estos ictus: no era obeso ni hipertenso ni diabético, tampoco fumaba bebía (no de forma llamativa), y hacía ejercicio con regularidad. En ausencia de estos factores, la teoría de que la neurosífilis fue la culpable de sus males ha sido una de las más extendidas y aceptadas.
Pero Vinters cree que esta enfermedad de transmisión sexual no tuvo nada que ver. "La sífilis meningovascular deja huellas distintas en el cerebro. Los infartos, o ictus, son normalmente pequeños. No he visto evidencias de esto", explicó el médico en la conferencia. "El otro vaso que se suele ver afectado por la sífilis es la aorta y esto tampoco se describe en la autopsia", recoge una nota de prensa de la universidad.
En cambio, Vinters cree que el origen de los ictus y la aterosclerosis (la acumulación de lípidos y colesterol en las paredes de los vasos sanguíneos) podría estar en sus genes. De echo, su historia familiar hacer pensar en cierta predisposición genética ya que su padre y tres de sus hermanos fallecieron por patologías cardiovasculares.

La mano de Stalin

Pero hay un fenómeno de los últimos días de la vida de Lenin que intriga a estos dos expertos. Sufría ataques graves, algo "bastante inusual en un paciente que ha sufrido un ictus", señala Vinters en una entrevista concedida a 'The New York Times'. Lev Lurie, su compañero de conferencia, tiene una teoría para explicarlo: Lenin fue envenenado.
Desde 1921 hasta su muerte, "se sentía cada vez peor", señala Lurie. "Se quejaba de que no podía dormir y de que tenía jaquecas terribles". El veneno pudo ser, según el historiador ruso, el causante de estos males y, a la postre, de su muerte. Y su verdugo, el que ya se había convertido en su enemigo y que posteriormente sería su sucesor al frente de la Rusia comunista, Iosif Stalin, que utilizó este método para acabar con más de una vida.
El posible envenenamiento de Lenin nunca se certificó ya que, sorprendentemente, su autopsia no incluye exámenes toxicológicos. Pero aún hay tiempo para explorar más allá esta teoría -su cerebro se conserva en Moscú- y alargar así la ya extensa lista de asesinatos de Stalin.

 

miércoles, 9 de mayo de 2012

¿Qué es la "Dictadura Científica"?

¿Qué es la "Dictadura Científica"?

decepcionobama.blogspot.com
 
En 1932, Aldous Huxley escribió su novela distópica, "Brave New World" [Un Mundo Feliz], donde presentó una visión sobre el surgimiento de las dictaduras científicas del futuro. En su ensayo de 1958, "Brave New World Revisited", Huxley examinó cuanto había cambiado el mundo en ese breve período desde que su libro fuera publicado, y hacia donde se dirigía el mundo. Huxley escribió que:
En política el equivalente a una teoría científica o un sistema filosófico desarrollado a cabalidad es una dictadura totalitaria. En economía, el equivalente de un obra arte bellamente compuesta es la fábrica de buen funcionamiento donde los trabajadores están ajustados perfectamente a las máquinas. La Voluntad de Ordenar puede crear tiranos de aquellos que sólo aspiran a solucionar un problema. La belleza del buen orden es utilizada como justificación para el despotismo. [1]

Huxley ha explicado que "los súbditos del dictador del futuro estarán regimentados de forma indolora por un cuerpo de ingenieros sociales altamente capacitados", y cita a un "defensor de esta nueva ciencia", señalando que, "El desafío de la ingeniería social en nuestro tiempo es como el reto de la ingeniería técnica cincuenta años atrás. Si la primera mitad del siglo XX fue la era de los ingenieros técnicos, la segunda mitad bien puede ser la era de los ingenieros sociales". Así, proclama Huxley, "El siglo XXI, supongo, será la era de los Controladores Mundiales, el sistema de castas científicas y Un Mundo Feliz."[2]

En 1952, Bertrand Russell, filósofo, historiador, matemático y crítico social británico, escribió el libro "El Impacto de la Ciencia en la Sociedad" donde advirtió y examinó cómo la ciencia, y la revolución tecnológica, estaban cambiando y podrían cambiar la sociedad. En su libro, Russell explicó que:
Creo que el tema que será de mayor importancia política es la psicología de masas. La psicología de masas es, científicamente hablando, estudio no muy avanzado... Este estudio es inmensamente útil para los hombres prácticos, si desean hacerse ricos o para conseguir el gobierno. Está, por supuesto, como una ciencia, basado en la psicología individual, pero hasta ahora ha empleado métodos poco confiables que se basaban en una especie de sentido común intuitivo. Su importancia se ha incrementado enormemente por el desarrollo de los métodos modernos de propaganda. De estos el más influyente es lo que se llama "educación". La religión juega un papel, aunque uno disminuido; la prensa, el cine y la radio juegan un papel cada vez mayor.

Lo esencial de la psicología de masas es el arte de la persuasión. Si se compara un discurso de Hitler con un discurso de (digamos), Edmund Burke, podrá notar que se han hecho avances en el arte desde el siglo XVIII. La equivocación de antes fue que la gente había leído en libros que el hombre es un animal racional, y bosquejaron sus argumentos bajo esta hipótesis. Ahora sabemos que una lámpara y una banda musical persuaden más de lo que puede hacerse mediante la forma más elegante de silogismos. Es de esperar que un tiempo cualquiera sea capaz de persuadir a cualquiera de cualquier cosa, si es capaz capturar el paciente desde joven y si es proveído con dinero y equipo por el Estado.

Este asunto experimentará grandes avances cuando sea tratado por científicos bajo una dictadura científica.[3]
Russell analizó después la cuestión de si una "dictadura científica" es más estable que una democracia, postulando que:

Además del peligro de guerra, no veo ninguna razón por la cual dicho régimen debería ser inestable. Después de todo, los países más civilizados y los semi-civilizados conocidos en la historia han tenido vastas clases de esclavos o siervos subordinados completamente a sus amos. No existe nada en la naturaleza humana que haga imposible la persistencia de un sistema como ese. Y todo el desarrollo de la técnica científica ha hecho más fácil de lo que solía ser el mantener un dominio despótico de una minoría. Cuando el gobierno controla la distribución de los alimentos, su poder es absoluto, siempre que puede contar con la policía y las fuerzas armadas. Y su lealtad se puede asegurar al darles algunos de los privilegios de la clase dirigente. No veo cómo algún movimiento de rebelión interna pueda llevar alguna vez la libertad a los oprimidos bajo una dictadura científica moderna [4].

Basándose en el concepto popularizado por Aldous Huxley - del pueblo amante de su servidumbre - Bertrand Russell explicó que bajo una dictadura científica:
Es de esperar que avances en la fisiología y la psicología otorguen a los gobiernos más control sobre las mentes individuales del que tienen ahora, incluso en los países totalitarios. Fichte establece que la educación debe tener como objetivo destruir el libre albedrío, de modo que, después que los alumnos han abandonado la escuela sean incapaces, por el resto de su vida, de pensar o actuar de otra manera que como la que sus maestros de escuela hubieran deseado... La dieta, inyecciones, e infusiones se combinarán, desde edad muy temprana, para producir el tipo de carácter y el tipo de creencias que las autoridades consideren deseable, y cualquier crítica seria de los poderes se volverá psicológicamente imposible. Aunque todos sean miserables, todos se creerán felices, porque el gobierno les dirá que lo son [5].

Russell explicó que, "La integridad del control resultante sobre la opinión descansa de varias formas en la técnica científica. Cuando todos los niños van a la escuela, y todas las escuelas son controladas por el gobierno, las autoridades pueden bloquear las mentes de los jóvenes a todo lo que sea contrario a la ortodoxia oficial." [6] Russell más tarde proclamó en su libro que "una sociedad científica mundial no puede ser establecida a menos que exista un gobierno mundial." [7] Elaboró:

A menos que haya un gobierno mundial que asegure el control universal de nacimientos, tiene que haber de vez en cuando grandes guerras, en donde el castigo por la derrota sea la muerte por hambrunas generalizadas. Ese es precisamente el estado actual del mundo, y algunos pueden considerar que no existe ninguna razón por la que no deba continuar así durante siglos. Yo no creo que sea posible. Las dos grandes guerras que hemos vivido han rebajado el nivel de la civilización en muchas partes del mundo, y la próxima está bastante cerca de conseguir mucho más en esta dirección. A menos que, en algún momento, una potencia o grupo de potencias salga victorioso y proceda a establecer un gobierno único del mundo con el monopolio de la fuerzas armadas, es evidente que el nivel de la civilización deba estar continuamente en decadencia hasta que la guerra científica se vuelva imposible – esto es, hasta cuando la ciencia se haya extinguido. [8]

Russell explica que la eugenesia es una característica central en la construcción de cualquier gobierno científico dictatorial mundial, afirmando que, "Poco a poco, mediante la cría selectiva, las diferencias congénitas entre gobernantes y gobernados se incrementarán hasta que se conviertan en especies casi diferentes. Una rebelión de la plebe se convertiría en algo tan inconcebible como una insurrección organizada por ovejas contra la práctica de comer carne de cordero." [9]

En un discurso de 1962 en la Universidad de Berkeley, Aldous Huxley habló sobre el mundo real convirtiéndose en la pesadilla de “Un Mundo Feliz” que el visionara. Huxley habló principalmente de la “Ultimate Revolution” [La Última Revolución] que está centrada en "controles del comportamiento" de las personas. Huxley señaló sobre la Última Revolución:

En el pasado, podemos decir, que todas las revoluciones estaban destinadas principalmente a modificar el ambiente con el fin de cambiar al individuo. Han ocurrido la revolución política, la revolución económica... la revolución religiosa. Todas estas no apuntan, como he señalado, directamente al ser humano, sino que a su entorno, por lo que mediante la modificación de su entorno que consiguen - con una extirpación - un efecto sobre el ser humano.


Hoy, nos enfrentamos, me parece, al enfoque de lo que puede ser denominada la 'Última Revolución' - la “Revolución Final” - donde el hombre puede actuar directamente sobre la mente y el cuerpo de sus compañeros. Bueno, no hace falta decir que algunos tipos de acción directa sobre la mente y cuerpo humanos han estado sucediendo desde el principio del tiempo, pero estas han sido en general de carácter violento. Las técnicas de terrorismo son conocidas desde tiempos inmemoriales, y la gente las ha empleado con más o menos ingenio, a veces con crudeza extrema, a veces con una buena dosis de habilidad que se adquiere con un proceso de ensayo y error – descubrir las mejores maneras de utilizar la tortura, encarcelamientos, limitaciones de diversa índole. . .

Si ustedes van a controlar cualquier población durante cualquier intervalo de tiempo, deben tener cierto grado de consentimiento. Es muy difícil ver cómo puede funcionar el terrorismo puro indefinidamente, puede funcionar durante mucho tiempo, bastante, pero tarde o temprano ustedes tendrán que presentar un elemento persuasivo, un elemento que consiga que la gente acepte lo que les está sucediendo.

Me parece que la naturaleza de la Última Revolución a la que ahora nos enfrentamos es precisamente esta: que estamos en proceso de desarrollar toda una serie de técnicas, que permitan el control de la oligarquía - que siempre ha existido y probablemente siempre existirá - de hacer que el pueblo ame su servidumbre. Este es la última revolución en maldad...

Parece existir un movimiento general hacia este tipo de Control Último, este método de control, mediante el cual se puede hacer que la gente disfrute de un estado de cosas que bajo cualquier estatus de decencia no deberían aceptar; disfrutar de la servidumbre...

Me inclino a pensar que las dictaduras científicas del futuro - y creo que van a existir dictaduras científicas en muchas partes del mundo - probablemente estarán mucho más cerca del patrón de Un Mundo Feliz que del modelo de 1984. No estarán mucho más cerca de ello, no algún escrúpulo humanitario de los dictadores científicos, sino simplemente porque el patrón del "Mundo Feliz" probablemente es mucho más eficiente que el otro. Ya que si pueden hacer que la gente consienta el estado de cosas en el que viven - el estado de servidumbre - si ustedes pueden hacer eso, entonces es probable que tengan una sociedad mucho más estable, mucho más duradera y muchísimo más fácil de controlar de lo que sería si estuviera basada solamente en clubes, pelotones de fusilamiento y campos de concentración [10].

En 1961, el Presidente Eisenhower pronunció su discurso de despedida a la nación en el que advertía de los peligros para la democracia que planteaba el complejo militar-industrial: la red interconectada de la industria, los militares y la política que genera condiciones de guerra constante. En ese mismo discurso, Eisenhower alertó a Estados Unidos y al mundo de otro cambio importante en la sociedad:

Hoy, el inventor solitario, trabajando en su taller, se ha visto ensombrecido por grupos de trabajo científicos en laboratorios y campos de prueba. De la misma manera, la universidad libre, históricamente la fuente de ideas libres y descubrimientos científicos, ha experimentado una revolución en el desarrollo de las investigaciones. En parte debido a los enormes costos implicados, un contrato con el gobierno se convierte en prácticamente un sustituto de la curiosidad intelectual. Por cada pizarra vieja de la actualidad hay cientos de computadoras electrónicas.

La perspectiva de que los académicos de la nación puedan ser dominados por el Gobierno federal, por la concesión de proyectos y por el poder del dinero, está más presente que nunca, - y es un riesgo que debe considerarse muy seriamente.

Sin embargo, al permitir la investigación y descubrimientos científicos a este respecto, como deberíamos hacerlo, también debemos estar alerta ante el peligro contrario e igualmente serio de que la política pública se vuelva cautiva de una élite científico-tecnológica. [11]

En 1970, Zbigniew Brzezinski escribió sobre "la aparición progresiva de una sociedad más controlada y dirigida" en la "revolución tecnotrónica", explicando:
Tal sociedad sería dominada por una élite cuya justificación del poder político se basaría en tener conocimientos científicos supuestamente superiores. Sin las limitaciones por las restricciones de los valores liberales tradicionales, esta elite no dudará en conseguir sus objetivos políticos utilizando las últimas técnicas modernas para influir en los comportamientos públicos y de mantenimiento de la sociedad bajo una estrecha vigilancia y control. En tales circunstancias, no se podría dar marcha atrás al impulso científico y tecnológico del país, si no que podría alimentarse de la situación que explota [12].

lunes, 7 de mayo de 2012

La maldición de tener riqueza en recursos naturales

¿Será América Latina el nuevo Medio Oriente?


Todos los años la región latinoamericana escala posiciones en el ranking geopolítico mundial por el constante incremento de sus reservas de recursos estratégicos. Cuando Petrobras difundió en 2006 el descubrimiento de la capa pre-sal de petróleo, que puede albergar hasta 100 mil millones de barriles de crudo, el peso de Brasil en el mundo creció notablemente, ya que en 2020 será el cuarto productor mundial de crudo.

La pasada semana se supo que posee también enormes reservas de gas natural en las regiones de Mato Grosso y Minas Gerais. El ministro de Minas y Energía, Edison Lobão, aseguró que en cinco años el país tendrá autosuficiencia y se convertirá en exportador aunque seguirá importando gas boliviano (O Globo, 29 de abril de 2012). Hasta ahora Brasil es un modesto productor de gas con reservas de 340 mil millones de metros cúbicos, puesto 36 en el mundo.

Las cifras que difundió el gobierno de Dilma Rousseff elevan las reservas a 7 billones de metros cúbicos, lo que coloca al país entre las cinco principales reservas de gas del mundo, detrás de Rusia, Irán y Qatar y a la par de Arabia Saudí. Un salto espectacular, similar, según Lobão, al que se dio con la capa pre-sal. En suma, la sexta economía del mundo se coloca como potencia gasífera y petrolífera, en una región cuya importancia en materia de recursos minerales y energéticos no deja de crecer.

Apenas un año atrás, Venezuela había desplazado a Arabia Saudí como la primera reserva de petróleo. Además posee la tercera reserva de bauxita, la cuarta de oro, la sexta de gas natural y la décima reserva de hierro del mundo. En 2007 se supo que Perú contiene enormes reservas de uranio, disperso en 13 de sus 25 regiones, que ya se comienza a explotar en la provincia sureña de Carabaya, en Puno. A eso debe sumarse que Chile es el mayor productor mundial de cobre, y Brasil el mayor de hierro.

Un reciente informe de Metals Economic Group señala que la caída del mercado de acciones favorece las inversiones en minería que crecieron 44 por ciento en 2010 y 50 por ciento en 2011, luego de una fuerte caída en 2009 (Tendencias de la exploración mundial 2012). La región latinoamericana es el primer destino de las inversiones mineras en el mundo, con 25 por ciento del total, donde destacan Chile, Perú, Brasil, Colombia, México y Argentina, los tres últimos por ser grandes productores de oro. En 2003, apenas 10 por ciento de la inversión minera mundial se dirigía hacia América Latina.

Perú es el primer destino de las inversiones mineras en la región, seguido por México, Chile y Brasil. En 2010 la región proveía 51 por ciento de la plata del mundo, la mitad del litio, 45 por ciento del cobre, 27 por ciento del molibdeno, 25 por ciento del estaño, 23 por ciento del zinc y la bauxita, 19 por ciento del oro y 18 por ciento del hierro (Reuters, 16 de abril de 2012). Hasta 2020 el sector minero recibirá 300 mil millones de dólares de inversiones.

Un verdadero desastre, ya que consolida la dependencia de la región a la explotación y exportación de sus recursos naturales. El periodista peruano Raúl Wiener sostiene que 30 por ciento de los ingresos fiscales de su país se originan en la minería y que la única forma más o menos rápida de incrementar estos fondos en el corto plazo y poder llevar adelante los programas sociales que todo candidato promete para ganar las elecciones, es con más inversiones en minería, por lo que pelearse con este sector sería hacerse el harakiri (La Primera, 12 de abril de 2012).

La región ocupa un lugar destacado no sólo en reservas de gas natural y gas de esquisto (shale gas), petróleo, mineral de hierro, sino también en los más diversos metales. Para las multinacionales es el momento de hacer negocio. ¿Cómo evitar esta avalancha de inversiones que depredan la naturaleza y remachan nuestra dependencia? ¿Cómo hacer para que las riquezas no se conviertan en una maldición, como señala el ex presidente de la Asamblea Constituyente del Ecuador, Alberto Acosta?

El primer punto es que en los gobiernos no existe clara conciencia de que la región es un nuevo Medio Oriente. Atados a una mirada de corto plazo para aumentar la recaudación fiscal, ni siquiera saben cómo harán para defender esas riquezas. La segunda cuestión es que la resistencia de los movimientos, vigorosa y valiente, no tiene aún la potencia suficiente para frenar este proceso. Por cada emprendimiento que se frena o aplaza, como el proyecto explotación aurífera Conga, en Perú, decenas de otros siguen adelante.

En tercer lugar, el único país de la región que tiene la capacidad tecnológica y financiera para encarar proyectos de extracción e industrialización de los recursos es Brasil, a través de Vale (segunda minera del mundo), Petrobras (cuarta petrolera), Braskem (quinta petroquímica) y sus grandes constructoras como Odebrecht, OAS, Andrade Gutierrez, Camargo Correa y Queiroz Galvão. Y cuenta con el mayor banco de fomento del mundo, el BNDES, para financiar cualquier proyecto.

El fracaso de la refinería que decidieron construir en Manabí las estatales Petroecuador y PDVSA, que crearon una empresa binacional para desarrollar el proyecto, muestra los límites de las iniciativas regionales. El proyecto fue anunciado por el presidente Rafael Correa en 2008 y nunca se concretó. A mediados de abril Correa informó que China estaría dispuesta a financiar los 13 mil millones de dólares de la Refinería del Pacífico que podría estar terminada en 2016 (La Hora, 21 de abril de 2012). Ecuador debió recurrir a China ante la crisis y ruptura con las empresas brasileñas en 2008.

La sensación dominante es que más allá de la voluntad de los gobiernos de la región, que apuntan hacia la profundización del modelo extractivo con mayor presencia estatal, no hay condiciones para eludir a las multinacionales. La buena nueva, relativa por cierto, es que el menú se ha ampliado: a las tradicionales megaempresas del norte se suman ahora las chinas y las brasileñas. Los que crean que son mejores, les pueden preguntar a los pueblos –y también a los gobiernos– que las sufren.

Fuente: La Jornada

domingo, 6 de mayo de 2012

Bolivia: Sólo con control social (Editorial) El País (Tarija)

 Sólo con control social (Editorial)

Editorial / El País (Tarija) - Muchas veces hemos insistido sobre la importancia del control social. Lo hemos hecho principalmente a propósito de las obras públicas, pero también, en otras oportunidades hemos aludido a la necesidad de control social sobre la explotación de recursos naturales. El gas concretamente. Saber cuánto producen los yacimientos, a dónde va a dar esa producción, cuánto pagan por ella y quien administra esos recursos financieros y cómo lo hace, es algo que la sociedad debe saber, para así poder controlar si se están cumpliendo las leyes y las normas establecidas.

Para esto no hace falta crear otra institución oficial, porque eso significa crear más burocracia, que es la que en resumidas cuentas está devorando lo que generan el gas y otros recursos. Porque esas instituciones necesitarán también vigilancia, es decir, control social.

Sabemos que está en marcha un proyecto de ley para crear un instituto que estaría a cargo de “verificar la correcta transferencia de recursos económicos a favor del departamento por concepto de hidrocarburos y que la población tenga acceso a la misma”.

Se argumenta que hay necesidad de tener información de primera mano sobre los recursos naturales que son explotados en el departamento y las regalías que se generan por conceptos de los hidrocarburos.

Todo eso es evidente, pero para ponerle humor al asunto recordemos lo que alguien definió como “camello”: “Lo que resultó cuando a una comisión (puede ser un instituto) se le encomendó diseñar un caballo”.

Del control social debería ocuparse por ejemplo las organizaciones cívicas, sin ánimo de lucro. Pero eso sería si la la mayoría de esas organizaciones cívicas no estuvieran ya ocupadas de proyectarse al ejercicio político. Decimos mal, porque ojalá fuera el civismo trampolín para el ejercicio de la buena política.  Es trampolín para practicar la politiquería. Y eso es rotundamente malo

El control social debe actuar tanto sobre la desviación social  es decir el incumplimiento de las leyes, como sobre la anomía, o incumplimiento de las normas.
Recordemos que el nombre criollo de la anomía es “chicana”, que es una práctica muy arraigada en nuestro medio y no solo con relación a los juicios formales, sino relacionado casi que con cualquier actividad. Y contra la chicana, mejor que los comités o los institutos actuará sin duda el control social bien organizado.

A esta altura de desarrollo de la comunicabilidad (aunque no propiamente de la comunicación), la información puede fluir por muy diferentes medios. Lo han demostrado los movimientos sociales que sin ningún respaldo institucional pudieron enfrentarse con éxito nada menos que a la Organización Mundial del Comercio (OMC), en Seattle, los “indignados” europeos y los “ocupadores” estadounidenses.

O sea que la sociedad civil está cada día mejorando su capacidad para organizarse. Sabemos que sociedad civil es la diversidad de personas con categoría de ciudadanos que actúan generalmente de manera colectiva para tomar decisiones en el ámbito público que conciernen a todo ciudadano fuera de las estructuras gubernamentales.

Ahí debe nacer el control social eficiente.

Para vigilar los hidrocarburos, las obras públicas y todo lo demás.

sábado, 5 de mayo de 2012

El sicario de Stalin que tenía perros.

A proposito de la publicacion del Profesor F. Tuesta Soldevilla sobre este mismo libro, pero desde una diferente postura: http://blog.pucp.edu.pe/fernandotuesta/los-galgos-de-lev-davidovich  para una diferente conclusion.

los Editores

El sicario de Stalin que tenía perros.

Daniel Raventós · · · · ·


31/01/10


Métete esto en la cabeza de una puta vez: tú no piensas, solo obedeces; tú no actúas, solo ejecutas; tú no decides, solo cumples; tú vas a ser mi mano en el cuello de este hijo de puta, y mi voz va a ser la del camarada Stalin, y Stalin piensa por todos nosotros… (p. 341)
Él ve a Rakovsky, hermano querido, quien, principesco, había ofrecido al movimiento revolucionario su enorme fortuna. Ve a Smirnov, brillante y alegre; a Murálov, el general de enormes mostachos, héroe del Ejército Rojo… Ve a sus hijos Nina, Zina, Liova, a sus queridos Blumkin, Yoffe, Tujachevsky, Andreu Nin, Klement, Wolf. Todos muertos. Todos. L.D. está solo… (p. 361)
Las profecías de Trostky acabaron cumpliéndose y la fábula futurista e imaginativa de Orwell en 1984 terminó convirtiéndose en una novela descarnadamente realista. Y nosotros sin saber nada… ¿O es que no queríamos saber? (p. 488)
La editorial Tusquets publicó en septiembre de 2009 la novela del cubano Leonardo Padura El hombre que amaba a los perros. Se trata de un largo libro de 573 páginas de apretada letra. Padura era hasta ahora conocido principalmente por sus relatos cuyo protagonista es el policía cubano Mario Conde. Este libro es sin duda su obra más ambiciosa.
Los protagonistas principales de El hombre que amaba a los perros son el dirigente de la revolución rusa León Trotski y el sicario estalinista Ramón Mercader, nacido en Barcelona y militante del PSUC. Ramón Mercader, por orden de Stalin, asesinó a Trotski en la calle Viena del barrio de Coyoacán en Ciudad de México el 21 de agosto de 1940, pronto hará 70 años. Otros personajes importantes en el libro, además de la compañera del exilado, Natalia Sedova, son la madre del sicario, Caridad Mercader, y su amante, un altísimo cargo de los servicios secretos estalinistas, Nahum Eitingon, que elige a un Ramón Mercader muy joven para convertirlo en un asesino al servicio de Stalin. En la novela no sale en ningún momento el verdadero nombre de Eitingon y sí muchos de los falsos que utilizó: Kotov y Tom, entre otros.
Para escribir este libro Leonardo Padura ha afirmado que se documentó a fondo durante cinco años. Y el resultado es muy serio. En realidad, en El hombre que amaba a los perros hay tres novelas. Una está dedicada a los últimos años de la vida del revolucionario Lev Davidovich Bronstein (que ya de muy joven tomó el seudónimo de Trotski de un vigilante en jefe de una prisión zarista en la que estuvo preso en los inicios de su actividad política) desde su deportación a Alma Atá hasta su asesinato. Se trata de un período de 12 años, 1928-1940. La segunda y más larga, cuenta la vida de Ramón Mercader desde que tenía 22 años (nació en 1914) cuando es reclutado por Eitingon (“Kotov”) cuando ya Stalin había decidido acabar con la vida del creador del Ejército Rojo, hasta su muerte. Esta parte abarca de 1936 a 1978. Y la tercera, que tiene como principal protagonista a Iván, un escritor cubano fracasado, es una parte que se desarrolla en La Habana y que sirve para enlazar, con mayor o menor fortuna, las dos anteriores. Es la parte, con mucho, menos conseguida.
La historia es conocida. La guerra civil del acabado de nacer país de los soviets contra las fuerzas blancas monárquicas en coalición con los países más poderosos del momento –que incluye el Reino Unido, Japón, Alemania, Francia, EEUU? ha concluido. Decenas de miles de cuadros y militantes comunistas han quedado en el campo de batalla o muertos por las enfermedades que asolan el territorio soviético. Las tierras de la revolución sufren hambre. Lenin muere el 21 de enero de 1924 impedido físicamente ya desde algunos meses atrás de poder trabajar. Quiere llevar la batalla para apartar a Stalin de la secretaría general como deja expresado en uno de sus últimos documentos escritos, pero muere antes de poder hacerlo. Crece una burocracia privilegiada que elimina en pocos años el menor vestigio de democracia soviética y de cualquier otro tipo. Stalin, buen canalizador y muñidor de los intereses de esta floreciente nueva capa social, se erige como amo absoluto del PCUS y de toda la URSS. Dos datos sobre la burocracia cada vez más privilegiada que crece sin freno y que es la principal base social que explica el triunfo de Stalin. El primero: en 1923 el partido bolchevique tiene 370.000 afiliados de los cuales solamente 35.000 son obreros, las dos terceras partes de la afiliación son asalariados del partido, el ejército (aunque Trotski es el jefe formal del mismo y goza de gran prestigio entre los veteranos de la guerra civil, Stalin ya ha colocado a sus fieles en los puestos clave para minar su autoridad), los sindicatos, los organismos estatales… El segundo: ya a finales de 1926, un militante a sueldo del partido del nivel más bajo gana entre 5 y 6 veces más que el salario medio obrero. Pero en 1927 ni aún el propio Stalin se atreve a asesinar a Trotski pues solamente han pasado 10 años de la revolución rusa y el papel protagonista en la misma del excomisario de la guerra está todavía demasiado presente entre la población de la URSS, los cuadros del partido y el movimiento comunista internacional (Trotski había sido junto con Lenin el dirigente más conocido doméstica e internacionalmente durante los primeros años de la Tercera Internacional; en todo el mundo el partido bolchevique es conocido aún por el partido de Lenin y Trotski). Con los preparativos de la Segunda Guerra Mundial, estos reparos ya no existen y el todopoderoso secretario general decide hacer los preparativos para asesinarlo. Trotski puede ser un auténtico problema cuando se inicie la guerra… o cuando acabe (1). Ramón Mercader representa una de las líneas posibles para liquidar al exilado, puesto que los servicios secretos preparan diferentes planes de asesinato y completamente independientes entre sí. Para convertirlo en posible asesino de Trotski, Ramón Mercader es enviado a la URSS y entrenado para tal fin siempre bien vigilado por el hombre al que Stalin le dio la orden directamente, Nahum Eitingon, omnipresente en la novela de Padura. Posteriormente, el esbirro se traslada a París y en 1938 conoce –en realidad, también el encuentro está preparado por la NKVD, las siglas en ruso del comisariado de asuntos internos, la sucesora de la GPU– a la estadounidense Sylvia Ageloff, una partidaria de Trotski (2), con la que logrará intimar y tener una relación supuestamente amorosa. Así va introduciéndose en el círculo más reservado del exilado hasta que puede lograr una cita para permanecer a solas con él en la habitación en donde acostumbraba a trabajar el revolucionario. Como es conocido, Mercader, entonces camuflado con el falso nombre de Jacques Mornard y representando el papel de un apolítico hombre de negocios belga, le atizó un mortífero golpe en la cabeza con un piolet, esta pieza imprescindible para toda persona que practique la alta montaña. No le produjo instantáneamente la muerte, pero sí unas horas después.
Esta rápida enumeración de algunos de los hechos más importantes que novela Padura en El hombre que amaba a los perros está bien desarrollada, pero con una tersura un tanto desigual.
Me parecen especialmente sobresaliente los fragmentos del libro que desarrollan los episodios sobre la transformación en algún edificio de la NKVD en la URSS del joven Ramón Mercader en Jacques Mornard (el frío asesinato de un pobre vagabundo acusado de “perro trotskista” es memorable); la forma de describir lo que realmente preocupaba a la burocracia estalinista del alzamiento fascista contra la II República española: que no pudiera convertirse en una revolución (3); la conversión de los partidos comunistas en simples peones de la diplomacia de la URSS, siendo uno de los campeones de ello el PCE con su servilismo (Dolores Ibárruri queda retratada en algunas páginas dedicadas a la guerra civil y al posterior regreso del asesino de Trotski a la URSS) a los dictados de Stalin y sus recaderos; los momentos en que se cuenta el secuestro del dirigente catalán del POUM Andreu Nin y el criminal montaje para el exterminio de este partido; el modo de describir el cinismo de tantos dirigentes de la época de Stalin, ejemplarizados en la novela por el implacable Nahum Eitingon (4); la dedicación próvida de algunos secretarios de Trotski, entre ellos el que lo fue de 1932 a 1939, Jean Van Heijenoort, posteriormente un destacadísimo lógico matemático que enseñó en las universidades de Columbia y Stanford; el drama increíble que supuso para Trotski tener que sobrevivir a la muerte de sus 4 hijos: Nina y Zinaida, las hijas también de Aleksandra Sokolovskaya, y los dos varones que tuvo con Natalia Sedova (el mayor, Liova, asesinado en París por un agente de Stalin infiltrado en los círculos trotskistas y que se había ganado la confianza de la propia víctima, era la mano derecha política de su padre; el menor, Serguei, no interesado en la política, murió (5) en uno de los escalofriantes campos de trabajo forzado de la URSS); las caracterizaciones de dos pintores mexicanos: la del cobarde Siqueiros y la del inconsistente y poco fiable Diego Rivera; la descripción de los momentos en que todo el mundo se convirtió en un “planeta sin visado”, en que derechistas, socialdemócratas (fabulosas las páginas dedicadas al tornadizo Trygve Lie cuando Trotski está semipreso en Noruega en 1936, entonces jefe de los socialdemócratas noruegos y después secretario general de la ONU entre 1946 y 1952), fascistas, monárquicos y, por supuesto, estalinistas, se vengan del que ven como odioso causante del triunfo revolucionario en 1917, hasta que Lázaro Cárdenas lo acoge en México; el ambiente claustrofóbico en la fortaleza de Coyoacán, y los momentos del asesinato, con el drama político objetivo que supone el hecho de que Trotski (que no perdió la conciencia hasta horas después del golpe asestado por el sicario barcelonés de Stalin) exhorte a sus guardias que han venido a socorrerlo para que averigüen a quién sirve el asesino, si a la Gestapo o a la NKVD (6). En todo caso, Trotski ya sabía que su fin era cuestión de poco tiempo y lo dejó más de una vez escrito, convencimiento que también está muy correctamente desarrollado en El hombre que amaba a los perros.
Pero quizás uno de los momentos de la novela que resulta especialmente imponente por su gran significado político y por la forma en que está contado es al que voy a dedicarle algunas líneas a continuación.
Se trata de un episodio bien conocido por los historiadores y biógrafos de Trotski. El protagonista es Nikolai Bujarin, uno de los más brillantes dirigentes bolcheviques, elegido en 1926 secretario general de la Tercera Internacional y sombra tenue de lo que fue cuando se convierte en aliado, y después víctima, de Stalin. Estamos a comienzos de 1936 y en Noruega, Trotski recibe una carta de un viejo adversario Fiódor Dan, un menchevique exiliado en París con el que había tenido grandes enfrentamientos durante los días que van de la revolución de Febrero a la de Octubre de 1917. Dan le expresa su extrañeza de que Bujarin haya sido enviado a Europa para comprar documentos con destino al Instituto Marx-Engels-Lenin. El menchevique enunciaba su asombro por el hecho de que Stalin hubiera elegido a Bujarin para este menester. Estupefacción que se acrecentó cuando también fue enviada pocos días después a París Anna Larina, la esposa de Bujarin. ¿Estaba Stalin invitando a Bujarin a desertar? Pocos días después, Bujarin recibe la orden escrita de Stalin de regresar a Moscú. Sabe que regresar equivale a morir en más o menos poco tiempo (efectivamente, Bujarin fue condenado y ejecutado tan solo dos años después, en marzo de 1938, en uno de los depravados procesos de Moscú). Conocidos y exilados le sugieren que si se queda en Europa podría convertirse en un segundo Trotski y liderar juntos una oposición con mayores oportunidades de desbancar a Stalin. Pero Bujarin prepara el regreso a Moscú, sigue contando Dan en la carta. Entonces le preguntan que cómo es posible que después de haber luchado contra el temible zarismo, se encaminase ahora como un cordero mansamente al degüello. La respuesta de Bujarin es terrible: “vuelvo por miedo”. Bujarin se sinceró: él no estaba hecho de la misma madera que Trotski y “eso Stalin lo sabía y, sobre todo, lo sabía él mismo”. Idea que, con otras palabras, expresa en su propio proceso cuando declara: “Hay que ser Trotski para no deponer las armas”. “Vuelvo por miedo” Bujarin lo razona, en la carta de Dan, con estas escalofriantes palabras: “Sé que tarde o temprano Stalin va a acabar conmigo; quizás me mate, quizás no. Pero voy a regresar para aferrarme a la posibilidad de que no crea necesario matarme. Prefiero vivir con esa esperanza que con el miedo constante de saber que estoy condenado.” Para Trotski esta revelación fue la certeza de que Stalin ya no quería dejar ningún superviviente entre los dirigentes de la revolución, por útiles que le hubieran sido en algún momento, como fue el caso de Bujarin entre tantos otros. Efectivamente, el ¡90 por ciento! del mítico Comité Central bolchevique que protagonizó la revolución de 1917 fue exterminado físicamente por Stalin.
El conde Czernin, representante austríaco en las negociaciones de Brest-Litovsk en 1918, harto de la inteligencia e inflexibilidad de Trotski como comisario del pueblo de asuntos exteriores y jefe de la delegación soviética, expresó más de una vez su deseo ardiente de que apareciera una Charlotte Corday que eliminara al jefe revolucionario. Stalin hizo realidad con Ramón Mercader el sueño del reaccionario conde aunque éste ya no estuviera vivo para poderlo disfrutar.
El libro del novelista cubano aún no se ha publicado en Cuba. Está previsto que circule en aquel país en breve. Padura no está muy seguro de cuáles puedan ser las reacciones. Ramón Mercader, el hombre que según Leonardo Padura “amaba a los perros” especialmente a la raza de los borzoi, murió el 18 de octubre de 1978 en La Habana, después de haber pasado 20 años en las cárceles mexicanas y de haber recibido, en 1961 al regresar a Moscú, la medalla de mayor distinción en la URSS desde 1934 a 1991: la estrella de Héroe de la Unión Soviética.

Notas:
  1. (1) Un año antes del asesinato de Trotski, el 25 de agosto de 1939, el embajador francés en Berlín, Robert Coulondre, intenta disuadir a Hitler de que no invada Polonia. La guerra, como lo fue la de 1914, puede ser el preámbulo de la revolución y ello encoge algunos espíritus. La forma de expresarlo del embajador francés ante Hitler es: “Temo que al término de una guerra no haya más que un vencedor: el señor Trotski.”
  2. (2) Increíblemente representada por Romy Schneider en la nada afortunada película de Joseph Losey El asesinato de Trotski (1972), en donde el papel de Trotski lo desempeña Richard Burton. Romy Schneider era una actriz sumamente guapa, Sylvia Ageloff era una mujer muy poco agraciada. Ramón Mercader, quizás adecuadamente representado por Alain Delon en la película mencionada, era un hombre físicamente atractivo. Mercader siempre que tuvo que carearse, después del asesinato, con Ageloff debió soportar que ésta invariablemente le escupiese en la cara para mostrarle el desprecio que le producía por la sucia y bellaca manipulación de la que había sido objeto.
  3. (3) El 20 de marzo de 1937 Stalin escribe a Rafael Alberti y María Teresa León: “Hay que decir al pueblo y al mundo entero que el pueblo español no está en condiciones de realizar la revolución proletaria” (citado por Jean-Jacques Marie en Trotski, FCE, 2009).
  4. (4) Que, como tantos otros estalinistas, también sufrió tortura y cárcel en la URSS, pero la muerte de Stalin en 1953 motivó su excarcelación. Vivió hasta 1981. Una genial y estremecedora descripción del terror estalinista que no solamente afectaba a auténticos trotskistas sino a estalinistas de más o menos luces, escrita por alguien que lo sufrió también directamente, es El caso Tuláyev de Víctor Serge (Alfaguara, 2007).
  5. (5) Padura menciona en varias ocasiones el recuerdo que tuvo Trotski, a medida que iban muriendo sus hijos, sus familiares más cercanos, sus colaboradores y miles de partidarios reales o imaginados por Stalin, de las palabras que el veterano bolchevique Georgy Piatakov lanzó, después de una sesión del Politburó del 18 de octubre de 1926: “¿Por qué Lev Davidovich ha dicho eso? Stalin no se lo perdonará ni a sus bisnietos”. Piatakov se refería a las premonitorias palabras de Trotski en dicha sesión del Politburó en donde había acusado a Stalin de “sepulturero de la revolución”.
  6. (6) El judío Trotski fue calumniado ininterrumpidamente por todo el poderoso aparato estalinista de ser agente al servicio de Hitler… hasta que se selló el pacto Molotov-Ribbentrop el 23 de agosto de 1939. Entonces las calumnias tuvieron que reencauzarse.











Vidas en susurros II


El poeta ruso Konstantin Simonov. 1947/ Condé Nast Archive/ Corbis

Ahora bien, hablar de vida privada es paradójico en un régimen que intentó aniquilar cualquier espacio de privacidad. El régimen estalinista dinamitó la intimidad e, incluso, castigó las relaciones familiares y sociales. La detención de uno de sus miembros mancillaba a toda la familia, evitando así que el espacio privado se convirtiese en un reducto para la libertad. Hubo personas como Vladimir Korsakov, nacido dentro de una familia afectada por las purgas de las décadas de los 30 y 40, que rechazó hacer carrera como bailarín para “fundirse con la masa proletaria” y no ser señalado como hijo de un enemigo de pueblo. Es lo que Figes denomina, a través de la memoria de otra víctima, como el “miedo genético”. Los hijos de las víctimas vivieron con cautela y en numerosas ocasiones intentando entender qué habían hecho mal. Se ocultaron de tal manera, que en muchas ocasiones no se confesaba la mácula familiar ni al propio cónyuge. Como le sucedió a Antonina Golosina, que descubrió tiempo después que estuvo casada con una víctima de la represión como ella misma. Incluso hubo personas que buscaron limpiar su historial casándose con miembros del Partido, en el que lucharon denodadamente por ser aceptadas creyendo que su tragedia se debía a unos fines superiores que encabezaba Stalin. En otros casos la abjuración procedía de los propios padres, para no empeorar la situación. Un mundo con cientos de testimonios imborrables y la dureza en unas líneas: “Zoia, es cierto. Soy culpable, únete al Komsomol. Ésta es la última vez que te escribo. Sed felices, tú y Lialia. Mamá”.

       Mientras algunos se atrevían a susurrar, muchísimos más callaban y guardaban silencio. Y otros, no debemos olvidarlo, actuaron en favor del mal, cuya naturaleza tanto preocupó a la indispensable Hannah Arendt, como el intelectual Konstantin Simonov. Porque detrás de cada historia y cada acusación se encontraban otros susurros bastantes más siniestros, los de los delatores. Figes elige al “escritor proletario” Simonov como la representación de la persona que durante el estalinismo se comprometió con el mal.
       Es el auténtico héroe trágico del libro. De origen aristocrático llegó a ocupar cargos en la jerarquía estalinista, hasta ser considerado “el favorito de Stalin” y, como tal, participó de la persecución de sus compañeros considerados liberales y en las campañas antisemitas del régimen y hasta llegó a delatar a familiares. Mucho tiempo después, al final de su vida, reflexionó arrepentido en unas duras memorias sobre sus actuaciones, aceptando sus errores y su culpabilidad dentro del terrorífico engranaje del estalinismo.

       La presencia anónima del delator, que bien podía ser un vecino o un compañero de trabajo, hizo que popularmente se asegurara que las paredes también oían. Sabían que después de la delación se encontraba un proceso terrible de destrucción personal, de los lazos familiares y comunitario -incluso de los sentimientos-, las purgas, los asesinatos o el siniestro sistema de Gulag. Pero la pesadilla del miedo, el temor y la sospecha no se quedaba sólo entre los supuestos enemigos del régimen, sino en el propio interior del Partido. Muchos de los fieles al ideal revolucionario lo notaron en su propia carne. El terror no tenía lógica. Muchos sobrevivieron a los tormentos de convertirse en víctimas sin saber bien cómo habían llegado a esa adversa situación, y nos lo narraron como Evgenia Ginzburg. La gran victoria de Stalin fue que este miedo le sobreviviera a la muerte transmitido de generación en generación. Aún pervive en el presente. Así lo señala el propio historiador británico señala sorprendido al constatar cómo actualmente es más complicado acceder a la memoria de esta represión que en la década de los noventa del pasado siglo.

Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin

letras


Vidas en susurros

Joseba Louzao




Me aferro a la esperanza de que el proletariado, el Komsomol de Lenin y el Partido de Lenin y de Stalin ocuparán el lugar de mi padre, cuidando de mí como su verdadera hija y ayudándome a encontrar mi camino en la vida”. Anna Krivko escribía estas palabras en una desesperada carta a uno de los dirigentes de su sóviet. Su padre y su tío habían sido detenidos y, como consecuencia, la joven de 18 años había sido expulsada de la universidad y de la organización juvenil comunista. No podía mantener a su familia, su madre, su abuela y su hermana recién nacida, porque como elemento ajeno al Partido y al pueblo no podía encontrar ningún trabajo. En la misiva renegaba de su padre del que se sentía avergonzada porque formaba parte de la canalla antisoviética que le habían enseñado a odiar “sin compasión ni excepciones”. Esta historia es una de las tantas que vivieron millones de personas bajo el estalinismo. Una cuestión surge instantáneamente al encontrarse ante estas amargas narraciones: ¿cómo fue la vida cotidiana en la Unión Soviética bajo el terror constante que acechaba en cualquier esquina? ¿Cómo se logró sobrellevar el día a día en un régimen totalitario de las dimensiones desarrolladas en la época de Stalin?

A responder a esta oscura y problemática pregunta dedica su último libro el acreditado historiador Orlando Figes (Londres, 1959). Figes, que es actualmente profesor de historia en el Birkbeck College de la Universidad de Londres, colabora como crítico en publicaciones como The New York Times, Book Review o Times Literary Supplement. Su éxito editorial se debe en gran medida a la conjunción de una cuidada prosa y el mayor rigor académico. Su carrera bibliográfica e investigadora, centrada en explicar la Revolución Rusa y sus trágicas consecuencias, está nutrida de alabanzas constantes a su labor, lo que le ha valido el reconocimiento indiscutible como uno de los más importantes historiadores de la Rusia contemporánea. Cada capítulo de sus obras aúna un conocimiento enciclopédico, una honda mirada histórica y una presentación de los temas sugerente, lo que hace que los lectores se sumerjan en debates complejos sin entorpecer por ello la lectura con disquisiciones excesivamente técnicas. Aunque tampoco caeremos en el tópico de decir que sus libros se leen como novelas, porque eso nunca será cierto y los lugares comunes están para no transitarlos.

Con The Whisperers: private life in Stalin´s Russia (Los que susurran. La represión en la Rusia de Stalin, Edhasa, Barcelona, 2009), el historiador británico acaba de marcar otro hito en su fructífera trayectoria historiográfica. Ya había demostrado su interés por la vida en la Unión Soviética con Peasant Russia, Civil War: The Volga Countryside in Revolution, 1917-21 (1989 – no traducido al español), donde trataba de explicar, gracias a la consulta de archivos locales hasta entonces vedados a los investigadores occidentales, cómo el triunfo de la revolución se basó en una serie de transformaciones interrelacionadas que se produjeron en el mundo rural ruso durante los primeros años del dominio bolchevique. Pero no sería hasta la publicación de la multipremiada People's Tragedy: Russian Revolution 1891-1924 (1996 – edición española: La Revolución Rusa, 1891-1924: la tragedia de un pueblo, Edhasa, Barcelona, 2000), juzgada como una de las mejores obras escritas nunca sobre la Revolución, cuando Figes diese el salto definitivo al reconocimiento más allá de la comunidad académica. Tras el éxito llegó un libro magnífico, aunque siempre se suele olvidar en las reseñas por ser el más académico, Interpreting the Russian Revolution: The Language and Symbols of 1917 (1999 – edición española: Interpretar la revolución rusa: el lenguaje y los símbolos de 1917, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001), escrito junto a Boris Kolonitskii, en el que se intentaban analizar los cambios que se desencadenaron en palabras y símbolos durante la lucha política que se desarrolló entorno al 17 ruso. Y finalmente publicaba Natasha's Dance: A Cultural History of Russia (2002 – edición española: El baile de Natacha: una historia cultural rusa, Edhasa, Barcelona, 2006), un rico texto donde abandona el período revolucionario para ensayar una interpretación arriesgada de la historia cultural rusa a lo largo de los últimos siglos.

http://www.fronterad.com/?q=node/491&page=0,0



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