sábado, 28 de agosto de 2010

Lucha Clasista,... qué es eso?


28-08-2010
Los desclasados
Miguel Coque Durán: Rebelión

La vida les engañó con un sueño falso: aparentar ser lo que no nunca podrán ser. De ahí, el grisáceo de su personal currículum. Crear desclasados ha sido y es uno de los objetivos del capitalismo, porque es el camino más corto para conseguir la fragmentación de una clase social a la que hay que mantener a raya. Facilitar la deserción de clase allana el objeto final del sistema que es el de desintegrar todo lo que suponga un obstáculo organizado y comprometido con la defensa de clase. Empleados del sector privado contra los del sector público, contratados temporales contra fijos, nativos contra inmigrantes o jóvenes contra mayores. Los iguales, cada vez más, se convierten en enemigos y el desclasado es la cuña perfecta para la fragmentación.

Los desclasados se caracterizan, no por aspirar a la legítima mejora de su status, sino por olvidar su procedencia y construir un relato que les aparta del compromiso que un día tuvieron sus padres con ellos, con sus vecinos o con sus compañeros de trabajo. En definitiva, con todo lo colectivo, con todo lo que a través de las emociones del orgullo de clase se ha construido para su distribución.
Los desclasados, a los que se les han dado regalado los derechos, son de una alta exigencia. Cualquier molestia que se les propicie es anticonstitucional y el estado de bienestar ha sido gratuitamente llovido del cielo; las pensiones, la igualdad de género, la salud laboral, las políticas inclusivas… No se afilian a partidos o sindicatos, porque para eso están otros, nunca se comprometen con opciones comprometidas porque ellos son “librepensadores” y el mundo, demostrado queda, ha avanzado gracias a su concepción individualista. Son “apolíticos” y las ideologías están superadas; que es tanto como decir que se encuentran en una permanente fuga de su clase social porque en su baja autoestima no se soportan en ella.

Ellos, defensores de lo suyo, de lo corporativo, por un azaroso devenir social, han podido llegar a convertirse en clase dominante, por ejemplo, en relaciones como empleadores de “sin papeles” que limpian, planchan y cocinan por todo a cien, sin cuestionarse los derechos del otro. Como buen desclasado solo existen los derechos propios.

Los desclasados, desde posiciones críticas pasivas, siempre tienen a mano a aquellos que se movilizan por algo colectivo para zarandearlos y presentarlos como chivos expiatorios de sus culpas, se muestran ágiles a la hora de participar de forma on-line o en barras de café en cómo arreglar el mundo o incluso echan espuma por la boca en los comentarios de los periódicos digitales con seudónimos que no le impliquen; aunque eso sí están prestos a enarbolar banderas, sobre un patético sustrato folklórico, cantando la efímera banda sonora de su equipo.

Producto del esfuerzo de lo público -becas, sanidad universal, prestaciones sociales,…- y de todos aquellos que trabajan por lo público, los desclasados han ido alcanzando espacios de autonomía, independencia y bienestar, pero dicen estar hartos de ser ellos los que sufragan la enseñanza para los inmigrantes, a los burócratas funcionarios, a los parados subvencionados, y por eso se apuntan al nuevo modernismo de pedir la bajada de impuestos o reclamar la “flexibilización” en la organización del trabajo porque tienen la ventaja personal de facilitar su supervivencia individual y arribista, acabando, dicen, con “viejas rémoras del pasado”, aunque estas sean las que hagan sostenible los derechos.

La fotografía que representa a los desclasados podría ser la de una figura egipcia que siempre mira para otro lado; “ésta guerra no va conmigo”, “ni éste cura es mi padre”. Para ellos, hay un camino diferente y más corto que resistir y crecer en común; que es la aplicación de un relato no duradero, camaleónico, móvil y sobre todo una narración psicológica que les evita el dilema personal y el conflicto. Lo contrario obliga a lealtades, a trabajar valores y a la toma de decisiones compartidas y para eso ya están los sindicatos de clase que negocian de todo y para todos.

La consigna interesada nos la dieron los mercados hace tiempo: nada es para siempre. Por tanto, para qué empeñarse en mantener lazos de clase, cuando el mismo cine nos ha enseñado que engancha mucho más el carácter vertiginoso de una sucesión incontrolables de escenas, aunque sean incompresibles y solo sirvan para ocultar el conjunto vacío. De forma opuesta, el sumatorio de fotogramas espaciados, interiorizados, horneados a fuego lento, conforman un relato para los que creemos en la clase social del trabajo; como una virtud pero también como una evidencia y una estrategia de lucha.

A medida que nos acerquemos a la Huelga General del 29-S, con el concurso mediático, asistiremos al festival pernicioso de estos corifeos desclasados.

Miguel Coque Durán es secretario de Formación y Empleo de CCOO de Extremadura

Cuál izquierda?

martes 10 de agosto de 2010
EL SECTARISMO Y EL OPORTUNISMO EN LA IZQUIERDA SOLO PODRAN ELIMINARSE CON UNA ACTITUD ABIERTA Y HONESTA

Pedro Echeverría (especial para ARGENPRESS.info)

1. La revolución cubana, la guerra de Vietnam y la lucha antirracial de los negros en EEUU, lograron una gigantesca irrupción de jóvenes de los sesenta en las luchas sociales. En América Latina las guerrillas de Venezuela, Colombia, Perú, Bolivia y Guatemala fueron la esperanza de liberación continental; en tanto en México se sufría la bárbara represión contra los ferrocarrileros vallejistas, los profesores othonistas y los campesinos del estado de Guerrero.
Sin embargo, del otro lado, estaba destapada en todos los medios informativos la terrible campaña anticomunista encabezada por los gobiernos y empresarios de todos los países. Pero además de ese gran frente anticomunista, internamente los movimientos y organizaciones sufrían confrontaciones entre corrientes que se acusaban mutuamente de “oportunistas” y “sectarios”.

2. Conocí esos términos en la gran “polémica chino/soviética” que se desarrolló en toda la década de los sesenta, en la que el partido de China acusaba de oportunistas, de ser “socialimperialistas” a los dirigentes de la URSS y éstos al mismo tiempo acusaban de sectario a Mao y al gobierno chino por estar radicalizado buscando la guerra. Pienso que esa polémica, que fue internacional y produjo miles de revistas, folletos y libros, fue el origen desarrollado de los conceptos oportunismo y sectarismo en política. Desde entonces pudimos visualizar y usar con razón, pero también con irresponsabilidad, esos calificativos. Vimos divisiones en la guerra de Vietnam, en la revolución cubana, en la lucha de los negros, entre los partidos. Las posiciones políticas radicales comenzaron a ser bautizadas como sectarias y a las reformistas o negociadoras, oportunistas.

3. ¿Cuánto daño han causado esas posiciones políticas confrontadas? Mucho, pero ante las divisiones provocadas, cada sector se da la razón; suele decirse que la división era necesaria, que se dio un “buen paso” porque “se separó el trigo de la cizaña”, se deslindó de dirigentes entreguistas, por un lado o de dirigentes que frenaban todo, por otro. Pero lo más grave es que continúa ese proceso y se usa muchas veces como pretexto para separarse del “enemigo”. Muchos dirían con razón: los sectarios siguen en la confrontación sin crecer, dividiéndose hasta morir y los oportunistas cada vez más integrados al gobierno capitalista. ¿Cómo desviar y suavizar estas divisiones que parecen inevitables por la conformación política de los participantes? No hay otro camino que analizarlas y discutirlas con un espíritu unitario y abierto.

4. Durante la guerra de Vietnam la confrontación chino/soviética –países que se presentaban como “socialistas”- fue atizada por el gobierno de los EEUU para evitar que se unan los dos con los vietnamitas de Ho Chi Minh. Mientras la URSS coqueteaba con los gobiernos de Kennedy, Johnson y Nixon con el argumento de la “coexistencia pacífica”, Mao y el PCCH llamaban a los pueblos al “Internacionalismo proletario”. Los jóvenes radicales nos inclinamos con la posición los chinos; en EEUU con los negros del radical Malcom X y no con Luther King; en Cuba con el Ché Guevara y no con Blas Roca del viejo Partido Comunista de Cuba aliado antes al dictador Batista y en Venezuela por las FALN y no con el Partido Comunista Venezolano del bloque soviético. Los jóvenes en todo el mundo, de manera natural, nos inclinábamos por las posiciones radicales.

5. Cuando defendíamos que el único camino para tomar “el poder” o el gobierno era la lucha guerrillera o violenta (sobre todo después del asesinato de estudiantes en 1968 en Tlatelolco), en 1970 asciende al gobierno de Chile, mediante elecciones, Salvador Allende. Obviamente se fortalece la posición reformista electoral y se debilita la radical, pero al ser asesinado Allende en 1973, mediante un golpe de Estado encabezado por Pinochet y el gobierno de los EEUU, las posiciones guerrilleristas se reconfirman en México y otros países. En ese contexto el gobierno de López Portillo lanza en 1977 la reforma política que integra a la izquierda “oportunista” al electoralismo y aísla a la izquierda “sectaria” a las catacumbas. Es entonces cuando el deslinde se da con toda nitidez después que la clase política hizo triunfar su estrategia divisionista.

6. Mientras la izquierda reformista o electorera caminó hacia la integración total con el gobierno y el Estado, la izquierda radical y “sectaria” siguió dividiéndose en grupo y grupitos que han buscado penetrar los movimientos y las luchas sociales de los trabajadores. Los grupos reformistas, con el inmenso apoyo económico y político del Estado, crecieron en número de afiliados y han logrado mucha presencia en los poderes del país pero, -es lo más importante- su ideología y sus prácticas políticas, se hicieron semejantes, casi iguales, a los del PRI y del PAN. Es cada vez más difícil distinguir entre las posiciones socialdemócratas, las de derecha panista y centro derecha del PRI. En las izquierdas radicales parecen desarrollarse más las divisiones por “alejarse del oportunismo”

7. La realidad es que en México y en el mundo el oportunismo y el sectarismo siguen dañando los procesos revolucionarios en la izquierda; es muy difícil superarlos porque parecen tener fundamentos firmes, reales e históricos en todos los países que se han nombrado y en muchos más. ¿Qué hacer entonces? Buscar eliminar juicios previos, descalificaciones gratuitas y odios personales; paralelamente tratar de elaborar ideas muy abiertas, con voluntad unitaria y respetando hasta donde es posible las diferencia que no perjudiquen los procesos. Si no somos capaces de caminar mediante procesos unitarios donde la voluntad es importante, entonces no logramos derrotar el capitalismo que es el enemigo principal. No es, de ninguna manera, la “unidad de la izquierda a toda costa”, pero sí una prueba de que la igualdad y el respeto tienen un papel esencial en nuestras luchas.

Necesitamos nuevos Trotsky

Viernes 20 de agosto de 2010
LEON TROTSKY, UN REVOLUCIONARIO DE NUESTRA EPOCA

Jorge Altamira (especial para ARGENPRESS.info)

Cuando la pica de un asesino sin paralelo ponía fin, hace setenta años, a la vida de León Trotsky, se producía el crimen de lesa humanidad por antonomasia. El ingreso de la humanidad a la mayor barbarie de su historia exigía el aniquilamiento de todos aquellos verdaderamente capaces de ponerle un fin por medio del arma ya probada de la revolución proletaria.

El asesinato de Trotsky tiene lugar en un definido cuadro contrarrevolucionario mundial: las victorias del fascismo, el franquismo, el nazismo y el stalinismo. Estamos en las postrimerías del pacto Hitler-Stalin y en las vísperas de la invasión hitleriana a la Unión Soviética - el escenario de la primera gran revolución obrera de la historia. La escuela del asesino de Trotsky son los crímenes contra los revolucionarios anarquistas y socialistas cometidos por el stalinismo (en primer lugar, Victorio Codovilla, jefe del partido comunista de Argentina), para evitar un segundo Octubre en la España revolucionaria. Antes la victoria del franquismo que una segunda revolución proletaria - que efectivamente hubiera bloqueado la segunda guerra mundial y cambiado el rumbo de los acontecimientos. Destrozar los cerebros de la revolución curtidos por cuatro décadas de lucha revolucionaria se había transformado en la tarea urgente de la contrarrevolución internacional. Para allanar el camino a la guerra, había que destruir antes a quienes podían transformarla en una guerra civil internacional. Ninguna ‘comunidad internacional' se alzó entonces para declarar la imprescriptibilidad de esos crímenes, los más imprescriptibles de todos porque no serán zanjados en los tribunales de justicia sino en los campos de batalla de la historia. En los años 36-38, Stalin acababa con todo el comité central viviente que había dirigido la revolución de Octubre. La mueca de la historia, implacable ella, había puesto al frente de los tribunales al mismo Vischinsky, un ex menchevique, que en marzo de 1917 había pedido la captura de Lenin (para su eventual fusilamiento) bajo la acusación, en plena guerra, de agente alemán. Este verdugo de todas las estaciones alcanzó su obsesión dos décadas más tarde bajo la batuta de Stalin. El asesinato de Trotsky no ocurrió fuera del tiempo y el espacio sino en condiciones políticas precisas, cuando, solo, se erguía como el último baluarte de la revolución contra la barbarie en marcha de la ilustrada burguesía internacional. El asesinato de Trotsky - el único que previó el holocausto judío apenas Hitler venció, sin resistencia, al proletariado alemán por culpa de sus organizaciones- es una pieza política fundamental en el engranaje de la guerra mundial. Esta es la caracterización siempre ausente en el elogio que le prodigan sus epígonos y en los insultos de quienes temen más que nunca su legado. En la pelea contra su asesino hasta capturarlo, Trotsky emerge, hasta su último suspiro, como el gigante del proletariado revolucionario.

Un siglo

Con León Trotsky desaparece la última figura de intelectuales y organizadores revolucionarios socialistas, que debuta con Carlos Marx y las revoluciones europeas de 1848. Durante cien años, la historia del proletariado tuvo su epicentro en Europa y la guía del marxismo. Fue un siglo de discontinuidades, de choques ideológicos y de escisiones históricas - pero cada fase de ellas, así como sus protagonistas, tenía por referencia al marxismo. Con la ventaja de la perspectiva que da el tiempo, sabemos que en los 70 años posteriores no surgió ningún intelectual-organizador de la talla de Trotsky, Lenin, Rosa Luxemburgo o incluso Gramsci (que se esfuerza por pensar como marxista en la celda del fascismo, hostilizado por el stalinismo). Se produce, desde los '40, una laguna histórica en la proyección del marxismo. Este pasa al campo académico, donde siempre había sido rechazado, y abandona la lucha de partido, con lo cual pierde su condición revolucionaria - la academia interpreta la historia pero no pretende transformarla (y la mayor parte de las veces no pasa de una interpretación de textos, algo así como el onanismo intelectual, por lo que ha hecho un culto del repudio a la construcción de partidos revolucionarios). Sin temor al ridículo, el intelectual de centroizquierda se presenta como una ‘variante del marxismo' y hasta como ‘posmarxista'. Las discusiones entre grupos o partidos, por su lado, se fueron convirtiendo en bizantinas, por eso degeneran rápido en escisiones estériles. El proletariado de los países industriales pierde el protagonismo mundial que lo caracterizó en los cien años previos. Se producen interregnos (el mayo francés, el otoño italiano), pero tampoco bajo la influencia del marxismo. Los levantamientos coloniales proyectan un nuevo tipo de dirección política, cuyo lado más débil, el ideológico o programático, conquista a la intelectualidad pequeño burguesa. Es lo que aún ocurre, por ejemplo, con los movimientos que plantean limitar la globalización o con el chavismo. Las esfuerzos gigantescos que ha realizado el proletariado desde su ingreso en la historia para emanciparse como clase y las enormes derrotas que siguieron a sus tentativas más osadas han dejado huellas profundas en su conciencia - que los académicos atribuyen a lo que llaman "los treinta años gloriosos" de recuperación del capitalismo en la posguerra, como si a partir de los aún "más gloriosos", desde 1850 a 1914, o aun de 1890 hasta la primera guerra, la clase obrera no se hubiera afirmado como una clase con conciencia histórica propia y forjado enormes organizaciones socialistas.

Necesitamos nuevos Trotsky. Para ello deberán recoger el desafío de comprender el alcance histórico de la bancarrota capitalista mundial (y dejar de lado a los que esgrimen frustraciones pasadas para deshojar la margarita sobre su perspectiva), así como el de la entrada en escena de los nuevos contingentes gigantescos del proletariado de Asia - y pulir las armas para una lucha revolucionaria que deberá ser decisiva. Como siempre, el proletariado más joven reanimará las fuerzas de los más antiguos. Marx ya había señalado que el proletariado deberá aprender de sus derrotas; que el trabajo de la historia es, muchas veces, extremadamente lento, observaba Trotsky; que a cada derrota hay que oponer un nuevo comienzo. Nos apropiamos efectivamente de la consigna de Rosa Luxemburgo: Socialismo o Barbarie.

De pronósticos y perspectivas

El punto de partida inconmovible de una estrategia revolucionaria es la caracterización de la declinación o decadencia del capitalismo. Esta ha sido la base fundamental de los planteos de Trotsky, como antes fueron los de Lenin y Luxemburgo. El estadio actual de la humanidad confirma esta tesis. Al lado de la bancarrota mundial se desenvuelven guerras cada vez más atroces y se anuncian otras aún peores. La declinación irreversible del capitalismo es la base histórica de la revolución social.

Los últimos treinta años fueron testigos, sin embargo, de un proceso aparentemente inverso: la restauración del capitalismo en aquellas naciones en que el capital fue expropiado por medios revolucionarios. Para un trotskista es un lugar común decir que se trata de la confirmación de uno de los pronósticos condicionados más brillantes de Trotsky. Durante medio siglo, sin embargo, el 90% de los trotskistas ignoró este pronóstico. Ahora lo reivindica como ocurre con un hecho consumado. Pero como ocurre con los pronósticos realmente fundados, éste se ha confirmado a su propia manera. Los epígonos lo repiten sin entenderlo.

Es incuestionable que la restauración capitalista ha abierto un campo enorme a la expansión del capital mundial, pero al mismo tiempo ha acelerado el desenvolvimiento de la crisis mundial del capitalismo. China es un mercado para el capital mundial, pero al mismo tiempo un factor de agudización de la rivalidad capitalista y de potenciación de la sobreproducción. La restauración ha ampliado el campo de operaciones del capital al mismo tiempo que la proyección de su crisis, pero además ha ampliado también el campo de la revolución mundial por medio de la creación veloz de un proletariado enorme y de la confiscación de las masas campesinas. Es cierto, asimismo, que el Estado chino ha pasado a girar en la órbita del capital financiero, pero la restauración no tiene lugar en un marco colonial, como ocurría en el pasado, sino bajo el arbitraje de un Estado surgido de una revolución que conserva la unidad nacional que fuera destruida, en el pasado, durante dos siglos. La restauración capitalista en China ha sido forjada por un compromiso entre la burocracia y el imperialismo - no por una imposición unilateral de éste, como hubiera ocurrido en las condiciones históricas en que Trotsky formuló su pronóstico para la URSS. En el caso de ésta, la restauración ha sido incluso mucho más catastrófica, pues a diferencia de China ha lanzado al país al subdesarrollo. La burocracia ha reemplazado, con la restauración, la pretensión de construir "el socialismo en un solo país" por las ventajas de la integración al mercado mundial; se ha desembarazado de su "utopía reaccionaria", no como resultado de una revolución, sino de una contrarrevolución. Ha zafado de un nuevo colonialismo para ingresar a una dependencia financiera que la condena a la alternativa entre caer en ese colonialismo o salir por medio de la revolución social. La restauración capitalista ha resultado, en definitiva, en una combinación especial de las tendencias analizadas en el pronóstico de Trotsky. Sin embargo, esta misma combinación particular, que permite presentar a la restauración como un éxito en lugar de una catástrofe, demuestra que su tendencia de conjunto no va en el sentido de darle al capitalismo un segundo empuje histórico sino de agudizar sus contradicciones mortales y reabrir la perspectiva de la revolución social.

La V Internacional

No ha pasado un año de su anuncio y la V Internacional chavista ya es un embuste. En su pretensión de superar a la IV Internacional, proclamada por Trotsky, fue apoyada por trotskistas de `fuste`, como El Militante de Alan Woods, el NPA de Krivine-Beçansenot y varios morenistas locales. El inspirador de la maniobra, Hugo Chávez, se está abrazando por estos días con un verdugo de los colombianos para establecer ‘una seguridad democrática' en la frontera común. Esta V nonata viene al caso para entender por qué León Trotsky consideró la fundación de la IV Internacional como una tarea imprescindible e histórica. Se trataba de defender con los últimos recursos la mayor conquista del proletariado mundial, el internacionalismo, ante una perspectiva histórica incierta, entre la barbarie y la posibilidad de una nueva revolución social. La IV Internacional tiene un lugar histórico único - dejar a las generaciones siguientes los instrumentos más desarrollados del proletariado mundial en las vísperas de una tragedia. Ha sobrevivido como programa, o sea como orientación estratégica, a toda clase de alternativas y tentativas. Es obvio que su apuesta histórica sigue abierta; no realizó sus objetivos en 80 años, pero sigue presente en miles de militantes en el mundo entero, muchísimos más de los que la fundaron, y lo que es más importante, como única representación conciente del socialismo revolucionario. Es necesario que se zambulla sin reticencias en la crisis mundial y en las luchas y levantamientos que surgirán de ellos inevitablemente.

El Programa de Transición

El proletariado de todos los países no podrá encarar los desafíos que plantea la bancarrota mundial si no se apropia del programa de transición, el programa de fundación de la IV Internacional. No salió de la nada - fue el resultado de dos décadas de lucha en las condiciones de la bancarrota mundial precedente, la que partió del fin de la primera guerra hasta el comienzo de la segunda. Cada una de sus reivindicaciones tiene un acta de nacimiento en el combate. El núcleo poderoso de este programa es el siguiente: cuando la humanidad parece encontrarse en una situación sin salida; cuando el capital proclama que la única salida deberá ser pavimentada con el sacrificio sin precedentes de millones de trabajadores; en circunstancias semejantes, el programa de transición señala la salida y todos los caminos que conducen a esa salida. El programa de transición señala las reivindicaciones co-ti-dia-nas (esto es lo fundamental) que permite a la clase obrera oponerse a las exigencias de sacrificios del capital y oponer medidas de salida a la crisis a cada una de estas exigencias. Arma al proletariado, en primer lugar, para una lucha diaria, frente a conflictos parciales, para toda ocasión de enfrentamiento. Pero, a diferencia del reformismo vulgar, señala el camino a seguir ante la resistencia inevitable del capital ante cada una de las reivindicaciones obreras; o sea que al método para abordar la crisis desde el punto de vista de las masas, le suma, en íntima relación, el método para quebrar la resistencia del capital a los reclamos y movilizaciones de los explotados en cada circunstancia de la lucha. Es a partir del desarrollo de esta experiencia que hace emerger la necesidad de la lucha por el poder. Con el mismo procedimiento convoca a todas las organizaciones en lucha a pelear por el poder - a constituir un gobierno obrero y campesino, un gobierno de trabajadores, que realice las reivindicaciones que fueron desarrolladas en el curso de la lucha. Frente a estas organizaciones, el programa presenta a los partidos de la IV Internacional como los consecuentes en la comprensión del objetivo general: el establecimiento de la dictadura del proletariado (este es el sentido que para la IV Internacional tiene el gobierno de la clase obrera) para quebrar definitivamente a la dictadura del capital y al capitalismo.

¿Quién puede negar la actualidad de este programa? Los Trotskys del siglo que se ha iniciado se forjarán por el camino que conduce a su victoria.

Nos quedará algo?

Nos quedará algo?
Lagrimas negras

NOS QUIEREN GOBERNAR

NOS QUIEREN GOBERNAR